Por Gabriel Stachiotti, Gerente de Seguridad y Medio Ambiente Unipar.
Si bien el medio ambiente marca la agenda de todos los días, junio invita especialmente a parar la pelota para reflexionar y hacerse preguntas sobre cómo estamos actuando en torno a su preservación.
Si prestamos atención a nuestro entorno, durante junio aparecen campañas de concientización, actividades escolares, notas periodísticas y voces que nos repiten lo importante de cuidar nuestro planeta. Estas acciones son necesarias y no deben dejar de ser una oportunidad para preguntarnos, con honestidad, cuánto de lo que hacemos es sostenido y tiene impacto real.
La consideración del espacio que habitamos ha ido evolucionando junto con la ciencia y el hábito del cuidado, como así también la preocupación ante cada evento climático. El entrecruzamiento de opiniones intergeneracionales hará más rico cada debate.
Como ingeniero en medio ambiente, con años de trayectoria en el sector industrial y en el diseño de procesos sostenibles, aprendí que los cambios verdaderos no ocurren de un día para el otro. Exigen compromiso, inversión, diálogo entre sectores y, sobre todo, una mirada a largo plazo. Y esa mirada todavía cuesta consolidarla.
No se trata de señalar responsables, sino de reconocer que, como sociedad, venimos arrastrando modelos de producción y consumo donde las prioridades no estaban totalmente enfocadas con el cuidado medioambiental. Afortunadamente, esto ha cambiado: cada vez somos más los que entendemos que la sustentabilidad es una herramienta amiga, una oportunidad; cada vez más personas deciden en lo cotidiano con conciencia ambiental; y cada vez más profesionales se forman para aportar soluciones desde distintas disciplinas.
Es importante que nos multipliquemos y que, en junio, y todos los meses del año, nos permitamos una pausa para reflexionar en concreto acerca de ¿qué estamos haciendo bien? ¿Qué podríamos mejorar? ¿Cómo podemos colaborar, desde nuestro lugar, para construir un presente más equilibrado entre desarrollo y cuidado ambiental?
Como bahiense, y a raíz de los sucesos climáticos que nuestra ciudad ha estado atravesando, estas preguntas me resuenan cada vez más. Lo vivido, aunque doloroso y difícil de atravesar, nos debe empujar hacia un pensamiento más crítico y reflexivo de nuestro ecosistema; a preguntarnos a cada uno de nosotros: ¿Cómo puedo ser protagonista para mitigar el cambio climático? ¿Cómo podemos hacer comunidad desde la conciencia ambiental? ¿Qué decisiones de mi día a día afectan al suelo en el que vivo? ¿Hay algún cambio posible al alcance de mi mano?
No es necesario esperar grandes transformaciones para empezar. A veces, los cambios más profundos comienzan con una pregunta sincera, con la voluntad de escuchar otras miradas o con una decisión que, aunque pequeña, apunta en la dirección correcta.
El cuidado del ambiente no es una bandera ideológica ni un tema ajeno. Es una responsabilidad compartida que nos atraviesa a todos, vivamos donde vivamos y trabajemos en lo que trabajemos. Porque al final del día, el ambiente no es solo el paisaje: es el aire que respiramos, el agua que tomamos y el suelo donde crecen nuestras oportunidades.